jueves, 9 de diciembre de 2010

Entre la gimnasia y la magnesia

Gimnasia intensiva es lo que los miembros de los Comités Ciudadanos hemos venido haciendo desde el 14 de agosto de este 2010, día en que se emitió la convocatoria para formar planillas (fórmulas), una vez que nuestra V Legislatura, meses atrás, nos recetara a los ciudadanos del Distrito Federal un caldo curativo para aliviar el supuesto mal que los asambleístas diagnosticaron como “falta de un esquema de participación ciudadana”.

Hoy vamos a hablar de esa gimnasia, la que en efecto, a decir del dicho popular, se ha confundido con la magnesia.

En el periodo transcurrido desde la dichosa convocatoria a la fecha, casi 20 mil ciudadanos de esta capital hemos ocupado nuestro tiempo personal, de trabajo o de descanso, en la pretensión de tener la voz cantante de nuestros vecinos para ejercer en exclusiva el derecho a participar.

Y no se crean que dicho esfuerzo ha redundado en mejorar la vida pública, alcanzar decisiones más acertadas y eficaces de los gobernantes o imprimir dinamismo a las políticas en las que por su naturaleza deben intervenir los ciudadanos, objetivos a lo que debe llevarnos el poner en práctica la participación ciudadana. Por el contrario, en todo este tiempo (del que resultaría interesante calcular en horas-hombre), hemos efectuado una verdadera gimnasia en el entarimado de la burocracia de la institución electoral del DF, como si de partidos políticos en pequeño se tratara.

Con la diferencia que los grupos ciudadanos no contamos ni con los recursos, ni con los medios, ni con los especialistas (abogados, politólogos, administradores públicos), ni con la infraestructura para solventar los requerimientos que la institución electoral local impone a los procesos de elección popular con el fin de alcanzar condiciones de certeza, equidad, imparcialidad y legalidad.

Así que su servidora y miles de ciudadanos más, llevamos a la fecha un considerable tiempo invertido en algo cuyo fruto hasta el momento es evitar el ejercicio amplio, universal, libre y autónomo del derecho a participar que tenemos en lo individual cada uno de los mexicanos.

Estamos a sólo unos días de haber entrado en funciones los Comités Ciudadanos y, como resultado de esta gimnasia, tengo ya en mi haber aproximadamente cinco centímetros de altura de legajos entre actas, actas circunstanciadas, avisos, solicitudes, acuses de recibo, comprobantes de trámites, etcétera, que dan prueba de haber cumplido con los requisitos necesarios para continuar realizando lo que desde hace varios años llevo a cabo con el conjunto de mis vecinos.

Todo porque la V Legislatura del Distrito Federal, heredera del análisis obtuso que en este terreno habían realizado sus antecesoras, confundió esta gimnasia burocrática con el remedio requerido para promover, orientar, alentar y hacer efectiva la participación ciudadana en las tareas de gobierno.

Resulta por demás importante decir que la gran confusión, como la que ilustra el refrán entre la gimnasia y la magnesia, consistió en tergiversar el concepto de participación ciudadana y trastocarlo con el de organización política, de ahí que estemos requiriendo un amplio, complicado y tedioso camino burocrático para operar un derecho que no tiene nada que ver con la representatividad propia de los partidos, a los que la lucha por el poder les impone necesariamente legitimar cualquier movimiento con una gran cantidad de papeles comprobatorios y probatorios.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Comités Vecinales: instrucciones de uso y mal uso


Hoy día primero de diciembre entran en funciones los Comités Ciudadanos por colonia que fueron electos el pasado 24 de octubre bajo la Ley de Participación Ciudadana del Distrito Federal.

La gran mayoría de los habitantes de nuestra ciudad no están enterados, ni es parte de su interés el asunto que aquí me ocupa. Sin embargo, han de saber que este acontecimiento afectará en grande la vida de sus zonas habitacionales, sea por la acción o por la omisión de dichos Comités.

Por principio de cuentas, hemos de decir que estos son los órganos de participación ciudadana establecidos por la ley para nombrar representantes en cada una de las colonias, barrios y pueblos originarios de la capital. En efecto, unos representantes supuestamente más próximos que los diputados locales y los miembros del Congreso.

Lo malo es que sus funciones son difusas, vagas, inexactas y su constitución deviene de un proceso que se ha prestado a la intromisión de los partidos, de los grupos de poder o deseosos de alcanzarlo, de los suspirantes a hueso, de los eternos gerentes (ciudadanos o funcionarios) de los favores y el dinero públicos.

Cierto que no todas las colonias adolecen de tener en sus comités a estos vividores. Los felicito y me congratulo por ello. Hay colonias que hasta el momento se salvaron de que a través de la Red Ángel, de puestos y sueldos en las delegaciones, de despensas de procedencia dudosa, de promesas de bonos o vivienda, no levantaran a vecinos afines a la componenda y a la turbiedad para formar parte de este tinglado engañosamente llamado participación ciudadana.

El deseo y propósito de estas entregas es que cada vez más vecinos de las colonias, barrios y pueblos de nuestra ciudad se interesen por estar atentos al trabajo y a la acción de sus ahora representantes ciudadanos.

Que sepan su uso y su mal uso, que tengan instrucciones para verdaderamente participar, porque créanme, les pueden hacer la vida de cuadritos. Si no, que nos digan los habitantes de algunas colonias, a las que me reservo nombrar aquí, que tienen en su entorno habitacional antros, edificios de más pisos de los que permite el uso de suelo reglamentado, hoteles donde sólo deben existir viviendas, oficinas, empacadoras de carne (pongo el ejemplo de algunos que me entenderán) y muchos más etcéteras, gracias al arreglo entre la autoridad, el infractor y la firma dada por uno o dos miembros de los comités vecinales que actuaron durante tantos años desde una elección similar en el año 1999.

Es importante volver al sitio obligado de que no todos los casos fueron o serán así. Lo reitero. Y sobre todo, no asumir como válido que lo que antes fue, obligadamente tiene que seguir aconteciendo. Pero lo vivido durante el Proceso de Elección de Comités Ciudadanos y Consejos de los Pueblos 2010 nos hace suponer que estos vicios no nos van a abandonar ni a dejar de afectar.

Para muestra empiezo diciendo que gran cantidad de vecinos del DF, que hemos luchado desde muchos años atrás porque la legalidad se imponga en nuestras zonas habitacionales y porque los gobiernos delegacionales nos cumplan con los servicios urbanos aunque no seamos sus clientelas políticas, nos vimos obligados a entrarle a dicho proceso, pese a considerarlo que es limitativo y distorsiona el verdadero ejercicio de la auténtica participación ciudadana.

Lo hicimos al observar con estupor a los supuestos vecinos (lo digo porque nunca los habíamos visto, y menos tan interesados en “luchar” por la colonia) que acudieron velozmente a la convocatoria que se emitió para dar salida a este proceso.

Porque además fuimos testigos directos de cómo de forma tan voraz, quienes de una u otra manera se han identificado con las violaciones al uso de suelo o con los intereses de partidos o que se suman a la primera a ser comparsa de las administraciones corruptas, se movieron bajo un esquema de lucha de poder, en lo que lo más importante era darnos en la torre a quienes sí actuamos –comprobadamente- desde la trinchera de la ciudadanía.