miércoles, 1 de diciembre de 2010

Comités Vecinales: instrucciones de uso y mal uso


Hoy día primero de diciembre entran en funciones los Comités Ciudadanos por colonia que fueron electos el pasado 24 de octubre bajo la Ley de Participación Ciudadana del Distrito Federal.

La gran mayoría de los habitantes de nuestra ciudad no están enterados, ni es parte de su interés el asunto que aquí me ocupa. Sin embargo, han de saber que este acontecimiento afectará en grande la vida de sus zonas habitacionales, sea por la acción o por la omisión de dichos Comités.

Por principio de cuentas, hemos de decir que estos son los órganos de participación ciudadana establecidos por la ley para nombrar representantes en cada una de las colonias, barrios y pueblos originarios de la capital. En efecto, unos representantes supuestamente más próximos que los diputados locales y los miembros del Congreso.

Lo malo es que sus funciones son difusas, vagas, inexactas y su constitución deviene de un proceso que se ha prestado a la intromisión de los partidos, de los grupos de poder o deseosos de alcanzarlo, de los suspirantes a hueso, de los eternos gerentes (ciudadanos o funcionarios) de los favores y el dinero públicos.

Cierto que no todas las colonias adolecen de tener en sus comités a estos vividores. Los felicito y me congratulo por ello. Hay colonias que hasta el momento se salvaron de que a través de la Red Ángel, de puestos y sueldos en las delegaciones, de despensas de procedencia dudosa, de promesas de bonos o vivienda, no levantaran a vecinos afines a la componenda y a la turbiedad para formar parte de este tinglado engañosamente llamado participación ciudadana.

El deseo y propósito de estas entregas es que cada vez más vecinos de las colonias, barrios y pueblos de nuestra ciudad se interesen por estar atentos al trabajo y a la acción de sus ahora representantes ciudadanos.

Que sepan su uso y su mal uso, que tengan instrucciones para verdaderamente participar, porque créanme, les pueden hacer la vida de cuadritos. Si no, que nos digan los habitantes de algunas colonias, a las que me reservo nombrar aquí, que tienen en su entorno habitacional antros, edificios de más pisos de los que permite el uso de suelo reglamentado, hoteles donde sólo deben existir viviendas, oficinas, empacadoras de carne (pongo el ejemplo de algunos que me entenderán) y muchos más etcéteras, gracias al arreglo entre la autoridad, el infractor y la firma dada por uno o dos miembros de los comités vecinales que actuaron durante tantos años desde una elección similar en el año 1999.

Es importante volver al sitio obligado de que no todos los casos fueron o serán así. Lo reitero. Y sobre todo, no asumir como válido que lo que antes fue, obligadamente tiene que seguir aconteciendo. Pero lo vivido durante el Proceso de Elección de Comités Ciudadanos y Consejos de los Pueblos 2010 nos hace suponer que estos vicios no nos van a abandonar ni a dejar de afectar.

Para muestra empiezo diciendo que gran cantidad de vecinos del DF, que hemos luchado desde muchos años atrás porque la legalidad se imponga en nuestras zonas habitacionales y porque los gobiernos delegacionales nos cumplan con los servicios urbanos aunque no seamos sus clientelas políticas, nos vimos obligados a entrarle a dicho proceso, pese a considerarlo que es limitativo y distorsiona el verdadero ejercicio de la auténtica participación ciudadana.

Lo hicimos al observar con estupor a los supuestos vecinos (lo digo porque nunca los habíamos visto, y menos tan interesados en “luchar” por la colonia) que acudieron velozmente a la convocatoria que se emitió para dar salida a este proceso.

Porque además fuimos testigos directos de cómo de forma tan voraz, quienes de una u otra manera se han identificado con las violaciones al uso de suelo o con los intereses de partidos o que se suman a la primera a ser comparsa de las administraciones corruptas, se movieron bajo un esquema de lucha de poder, en lo que lo más importante era darnos en la torre a quienes sí actuamos –comprobadamente- desde la trinchera de la ciudadanía.

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