martes, 22 de febrero de 2011

Consulta con intermediarios

Falta de información, suspicacia, procedimientos no definidos y una cada vez más clara participación de las autoridades por encima de sus atribuciones de ley, están haciendo de la consulta pública para determinar el destino del Presupuesto Participativo asignado por colonia, otra más de las grandes desilusiones en los ejercicios de ciudadanía que esperamos los mexicanos.

¿De qué estamos hablando?

Recordemos que de acuerdo con la Ley de Participación Ciudadana, el Instituto Electoral del Distrito Federal, IEDF, convocó para este domingo 27 de febrero a una consulta pública a fin de que los habitantes de cada colonia o pueblo originario de la ciudad, expresen su opinión sobre el rubro –obra o mejora- al que consideran debe dirigirse el monto que les corresponde del tres por ciento del presupuesto total de su delegación.

Si bien, como ciudadanos desconocemos los criterios o bases que guiaron a la Asamblea Legislativa para determinar como “presupuesto participativo” ese tres por ciento, y no un cuatro o un dos o un 15 por ciento, póngale usted la cifra, lo que nos ocupa ahora es la ligereza y ausencia de rigor para organizar y operar la tal consulta ciudadana.

La representación por colonia a que ha dado lugar la Ley de Participación Ciudadana se encuentra en muchos casos inmersa en un ámbito totalmente politizado, y el tejido social en que opera, lejos de verse fortalecido, se ha afectado por el surgimiento, con puesto oficial, de ciudadanos más ocupados en la acción partidista que en la solidaridad comunitaria, o bien, por la confrontación ineludible al tratarse de elecciones donde necesariamente se opusieron visiones e intereses que no fácilmente han tenido conciliación.

Resulta alarmante entonces que esta consulta no tenga todas sus piezas bien orquestadas, seguras y firmes, cuando faltan apenas seis días para su realización. La

operación y fines de este ejercicio son inciertos para la mayor parte de la ciudadanía, inclusive para algunos integrantes de los mismos comités y consejos de los pueblos, porque hasta el día de hoy no se han ampliado los términos ni la información de la convocatoria del 21 de enero, emitida en periódicos locales.

Pero sobre todo, no se entiende que la ciudadanía, de actor central, esté pasando, a las primeras de cambio, a ser meramente un espectador y nuevamente ocupe un lugar sólo para emitir un voto, cuando precisamente hablamos de participación ciudadana. El concepto habría que aclarárselos a los asambleístas y a los funcionarios y gobernantes.

O tal vez, por este deseo paternalista de orientar al ciudadano, ha surgido en el gobierno local la inquietud de realizar foros previos a la consulta, con la pretensión además de diferir ésta, dando lugar a una más de las inconsistencias con las que se demuestra la premura, improvisación y falta de principios útiles que guían una participación ciudadana bajo estructuras cuestionables.

Pongámonos en duda, porque lo contrario sería advertir a la ciudadanía del control y apropiación de las decisiones que están ejerciendo desde el gobierno de la ciudad y de las delegaciones, cuando no desde los grupos de poder político que siempre actúan electoralmente, para despojarnos, una vez más, y aunque tengamos una ley que en teoría intenta lo contrario, del derecho a vincular nuestra opinión con los programas de gobierno, de la posibilidad de participar del destino de los recursos públicos y vigilar, desde una posición independiente, la actuación de los gobiernos, esos sí, principios sustanciales de una participación realmente ciudadana y sin intermediarios.

lunes, 7 de febrero de 2011

El corazón de las tinieblas

Fuerte ¿verdad? Una impresión de sumergirnos al fondo de algo desconocido, oscuro, ajeno, turbio y turbulento, surgido del mar profundo de las pasiones humanas, incontrolables para imponer el poderío sobre el otro y reinar sin la luz de la palabra y las razones del contrario.

Este ambiente de tinieblas fue lo que imperó durante la instalación del Consejo Ciudadano en Coyoacán el pasado sábado 29 de enero. Así lo vivimos los ciudadanos de a pié, ahora representantes ciudadanos, que nos encontramos fuera de los circuitos de los grupos de poder que han logrado colarse en esta supuesta representación vecinal. Para muchos de nosotros resultó un despropósito intentar seguir el proceso marcado en la Ley de Participación Ciudadana para darle cuerpo y figura al Consejo Delegacional.

Los resultados fueron un evento anunciado: la disputa se dio entre la Delegación y un conjunto de operadores territoriales que responden a la sombra de un interés político personal, vueltos ahora coordinadores internos de comités por la gracia de la imposición mañosa en las elecciones vecinales. Frente a ellos, los ciudadanos formamos el grupo minoritario.

Sin embargo, la desventaja de la Delegación fue notable ante el embate de una construcción paulatina y fuerte de ese interés que se manifiesta en la demarcación con sobrada preeminencia.
De poco les sirvió a la Delegación que, contraviniendo el proceso estipulado, lograra colar a su personal a este acto restringido a los coordinadores internos de cada uno de los Comités Ciudadanos y los representantes legales de las organizaciones sociales previamente inscritas ante el Instituto Electoral del Distrito Federal.

Entre otros, un empleado conocido de la Dirección de Participación Ciudadana se encargó, durante todo el evento, de hablar con los miembros de varios comités, anotar sus nombres, hacer insistentes llamadas por el celular y pedir se reunieran en torno a él durante los momentos de organización de planillas. ¿Cómo entró? La respuesta está en el aire y se la dirigimos al señor delegado y a los responsables de la organización en el IEDF.

Por el otro lado, la operación de la fuerza contraria lució por su precisión y disciplina. Los coordinadores de comités a ella alineados se apegaron al guión previamente establecido que los llevó a ocupar la Mesa Directiva y la Secretaría General con amplia ventaja sobre cualquier otra posible participación. Si acaso, podemos anotar que en ese momento se gestó a ojos vistos de todos, la negociación para conseguir la adhesión de otra fuerza territorial formada y comandada por el añejo cacicazgo de una localidad coyoacanense a la que, igualmente, la oportunidad de unas elecciones vecinales le llevó a tener ahora la figura –más rentable para estos casos- de comité ciudadano.

Completaron el cuadro montón de empleados de la Subsecretaría de Participación Ciudadana del GDF, apostados en las inmediaciones del recinto durante todo el tiempo que duró el evento, y montones también de grupos de procedencia incierta pero sospechosa vigilancia a toda entrada o salida del inmueble. El procedimiento descrito para la instalación de Consejos Ciudadanos Delegacionales no prevé ni a unos ni a otros. Cosas de la naturaleza política del ser humano, tal vez.

Ni modo, pese al discurso manido de la Asamblea para promover este espacio como una manera civilizada de dar forma y destino a la voz ciudadana en los asuntos de gobierno, nuestra vigente tradición autoritaria e impositiva en los asuntos públicos está logrando rezagar una vez más la participación desde la ciudadanía como un contrapeso y acompañamiento a las autoridades.

¿Por cuánto tiempo más seguiremos gastando valiosos recursos públicos financieros, técnicos y humanos, valioso tiempo de las instancias e instituciones del gobierno para sólo ofrecer a los partidos y a los políticos voraces un espacio más en el que puedan desplegar sus tentáculos de poder y de dinero para engrandecer sus clientelas y cooptar las iniciativas y acciones provenientes de una ciudadanía deseosa de aportar sus inquietudes a fin de buscar caminos que nos hagan salir de los grandes y oscuros pendientes que como nación enfrentamos?
Seguiremos esperando desde el corazón de las tinieblas.

martes, 1 de febrero de 2011

¿Balance optimista o desesperanzador?

Este primero de febrero se cumplen dos meses de haber entrado en operación los Comités Ciudadanos y están apenas terminando de instalarse los Consejos Ciudadanos Delegacionales en cada una de las 16 demarcaciones del Distrito Federal, por lo que se antoja importante señalar algunos hechos para aproximarnos a un balance y considerar si éste nos mueve al optimismo o nos sume en la desesperanza ante la lejanía de alcanzar una verdadera participación ciudadana fuera de todo utilitarismo político.

En primer lugar, es destacable que a dichos Comités hayan llegado ciudadanos conscientes de la necesidad de su participación, y un número importante más de quienes llevan ya años acumulados de trabajo honorario en pro de sus comunidades. Tanto unos como los otros están convencidos que esta elección permitirá ensanchar el espacio que nos corresponde en la vida pública a los ciudadanos independientes para incidir en los temas que nos afectan, y se están dedicando con ahínco a construir una función que no tenga marcha atrás.

Fuera de mencionar –por conocida- la intromisión, amplia, extendida y cínica de miembros de partidos, principalmente del PRD en el poder, es necesario dejar muy claro que la creación de estas estructuras ha facilitado que a ciudadanos como los que antes mencionamos los hayan podido desplazar un sinfín de interesados entre los que se encuentran viejos y añejos caciques de pueblos y barrios, o sus jóvenes, muy jóvenes, vástagos; operadores políticos con contratos de empleo temporal (vaya usted a saber hasta cuándo) en las Delegaciones; resabios de los antiguos comités vecinales (producto también de elecciones) que siempre se dedicaron a lucrar con su firma permitiendo violaciones a toda normativa urbana; profesionales del tráfico de favores; líderes de grupos de presión; cabilderos eternos por los presupuestos; algunos muy ciudadanos, sí, pero con historial de golpeadores, y emergentes desocupados de sospechosa procedencia y verbo excelso.

Por otro lado, tenemos a los gobernantes y políticos que de forma inmediata encontraron en el listado de Comités una plataforma más de promoción interesada y, a la ya abundante agenda de trabajo para los Comités derivada de la Ley de Participación (la que merece un capítulo adicional para comentarla), están agregando invitaciones a los integrantes de Comités sin fines claros o de beneficio seguro a las comunidades a las que representamos.

En este sentido, sobran actos como el que las asambleísta Alejandra Barrales (Comisión de Gobierno) y Lizbeth Rosas (Comisión de Participación Ciudadana) le ofrecieron en bandeja de plata al jefe de gobierno del Distrito Federal el pasado 18 de diciembre en la Plaza de la República para que pudiera recetarles a los dóciles grupos ahí congregados un breviario de sus logros y apuntar las grandes bondades de su programa de gobierno, como si no existiesen otros canales para ello.

Mención curiosa es el hecho de la premura y arrebato con el que este acto se organizó debido al tiempo decembrino de celebraciones. Si no, de que otra forma podemos verlo cuando en la tarde del viernes 17, último día del período hábil de trabajo y en el filo de las pachangas, se realizaron las llamadas de invitación, y el mismo sábado 18, apenas horas antes del programado evento, se publicó en la prensa un desplegado de invitación.

Fue además de todos conocidos y ampliamente difundida en los medios reunión similar que el Secretario de Educación, Mario Delgado, realizó en el mismo tenor, invitando a los coordinadores internos de los comités mediante llamadas de teléfono a sus domicilios en las que mencionaba la necesidad del encuentro por el gran interés que esto representaba para el bienestar de las colonias.

Sumamos a estos actos los que durante el mes de enero está llevando a cabo el jefe de gobierno de manera privada con grupos de diez Comités con el pretexto de ser informado, como si se estuviera estrenando como político, de las necesidades más urgentes de cada colonia y poder así “atender sus demandas”, las que le debieran ser por demás conocidas a casi cinco años de su gobierno.

Porque son las mismas de siempre que se van sumando año con año ante la poca atención de administración tras administración: violaciones a los usos de suelo por doquier, luminarias eternamente apagadas, poca acción de la policía en nuestros barrios, red hidráulica vieja y drenajes deficientes, cero pasos cebra en las esquinas, venta de bebidas alcohólicas a menores en cualquier estanquillo, ruido y contaminación no controlada, construcciones sin apego a la normativa urbana que ponen en peligro la viabilidad de los servicios y la seguridad en caso de contingencias, más un largo etcétera que gran cantidad de vecinos comprometidos estamos tratando de remediar con nuestra participación ciudadana mucho antes de constituirnos en Comités.

Por el lado de la desesperanza estos hechos nos demuestran lo difícil que es para nuestra sociedad una vida pública donde priven comportamientos y valores democráticos y donde el papel de los ciudadanos en la definición y conducción de programas de gobierno sea algo más que mera demagogia y se salve de conformarse en un eslabón más de la cadena clientelar y política.

Deseamos, por el lado del optimismo, que la siempre incipiente participación ciudadana no electoral alcance, con el compromiso de autoridades y ciudadanos, el espacio que le falta ocupar en la construcción de la ciudadanía madura y moderna que tanto necesita el país.