sábado, 7 de mayo de 2011

Comités ciudadanos y rendición de cuentas

Los comités ciudadanos surgen para encuadrar la participación de los habitantes de la ciudad de México en figuras de representación, si bien estas figuras no pueden agotar en sí mismas y bajo ningún supuesto todas las manifestaciones de voz y acción que los ciudadanos deciden realizar en el espacio púbico urbano de la ciudad, de los barrios, pueblos o colonias donde habitan, en virtud de los ordenamientos superiores que protegen el derecho de todo ciudadano a la libre expresión y participación, y los que se refieren a la obligación de todo gobernante y servidor público de atender dichas voces y peticiones provenientes de la ciudadanía, sin necesidad de que éstas estén en figuras formales como los comités formados en el 2010 bajo la Ley de Participación Ciudadana del Distrito Federal.

Esta Ley es la que pretende ordenar el proceder de dichos comités, sin embargo, es lamentable que cuente con grandes lagunas para delimitar y normar la actuación de sus integrantes, pero sobre todo, para exigirles cuentas.

Partimos del hecho de que una gran dolencia de nuestra estructura jurídica y democrática radica en la falta de canales eficaces, expeditos y cabales para la rendición de cuentas. Aún contando con las figura de la auditoría, las contralorías, la fiscalía para servidores públicos y los tribunales en la materia, en la práctica y ante la opinión pública vemos constantemente señales de irresponsabilidad ante hechos que afectan diversos renglones de la vida de la nación. Se abre un boquete en la calle, se inundan zonas enteras, sucumben individuos ante la turba de linchadores, y en todos estos casos y en muchos más parece que se diluye la responsabilidad. Los medios de comunicación nos han mostrado muchas veces cómo gobernadores, miembros de partidos y funcionarios de diferentes niveles de gobierno se alían entre ellos o con terceros para torcer el mandato constitucional más allá de sus facultades y potestades. En otras palabras, abusos de poder flagrantes sin que nada ni nadie los detenga. Tan es así que una vez conocida la desviación, vemos cómo continúan en el poder en otros ámbitos o cargos.

Por desgracia este mismo esquema se ha replicado ahora en los órganos de representación ciudadana, como los llama la Ley, con el agravante de que sus actos fuera de norma están inmersos directamente en el tejido social más próximo territorialmente, nuestra zona habitacional.

En este espacio hemos venido mencionando cómo la elección de octubre del año pasado permitió que algunas colonias, barrios o pueblos vieran surgir grupos de poder que se disputan el lucro con la vía pública o como intermediarios de permisos de usos de suelo, por decir lo menos, dispuestos a luchar por la representación formal, y reconocida ante las autoridades, del territorio que controlan. Ahora nos estamos enterando que en gran cantidad de unidades habitacionales, deterioradas en su seguridad por fuerzas de control y usufructo de los espacios comunes, son al momento quienes detentan esta representación formal.

Una lástima, y un gran riesgo que no corren las colonias donde afortunadamente la elección les dio el lugar a grupos de reconocido trabajo y disposición permanente al bien común.

Pero todos, buenos o malos representantes, ostentan ante la ciudadanía y ante los gobernantes una representación que puede incidir de forma sustancial en el diario acontecer de las zonas habitacionales y que determina en gran medida la solvencia de las acciones en pro de las mismas.

Cierto es que las facultades de los representantes ciudadanos están claramente expuestas en la Ley respectiva, pero no debemos olvidar que cualquier cargo o función debe expresar frente a sus derechos, una serie de obligaciones bien delimitadas para reducir tentaciones de excesos. Sin embargo, la Ley no es exhaustiva en este renglón tal vez porque, como dijimos ya, en nuestra vida política no es ésa la principal virtud, sino todo lo contrario.

Una pregunta muy pertinente para los habitantes de esta metrópoli es y debiera ser: ¿sabes quién te representa? ¿Sabes quién habla en tu nombre y se arroga derechos sobre tu colonia? Recordemos que la elección aludida no contó con el suficiente conocimiento por parte de la ciudadanía lo que se tradujo en un nivel bajo de votación.

Pues estos representantes, por cierto, no tienen otra obligación hacia ti que la realización de unas asambleas ciudadanas cada tres meses (habría que ver cuántos comités han cumplido) que pueden ser manipuladas, malamente convocadas, malamente conducidas. Y si por ahí existe algún ciudadano que desee manifestarse o poner una queja, ni a dónde ir, porque no está contemplado en procedimientos claros por esta Ley de Participación.

¿Te han llamado ya para elegir a tu representante de manzana? ¿Cumple éste con lo que dice la Ley, de ser una persona con reconocimiento por sus pares (que no mero conocimiento) en cuanto a honorabilidad y trabajo positivo como vecino?

¿Existe en tu colonia, junto a la figura de comité ciudadano, un comité de vigilancia que pueda ser un contrapeso a la acción del primero?

Cuesta ser ciudadano, ¿no?

Ahora bien, recordemos que los comités se formaron bajo un esquema de proporción entre las primeras cuatro planillas de mayor votación obtenida en la contienda. Y aquí si soy muy directa, sólo a una mente ilusa pudo ocurrírsele que una vez pasada la etapa de elecciones los grupos que se vieron enfrentados y confrontados dejarían atrás, así, sin más y por obra y gracia de la buena voluntad, cualquier discrepancia o hasta agravios del reciente pasado o hasta del pasado remoto. Todo lo contrario, su principio de otorgar la representación de las diferentes zonas habitacionales a partir de la creación de planillas y el necesario paso por el voto, no hace sino replicar también otro vicio de nuestra cultura política, la polarización y la falta de acuerdos. Nada de que ahora sí muy amiguitos, si de lo que se trataba era de batir al otro, al contrario. Sobre todo cuando de por medio está el encontrarle beneficios personales a dicha posición, siendo el enlace con quienes manejan el presupuesto, o actuando como los operadores territoriales de quienes pretenden manejarlo en la siguiente elección constitucional.

También corresponde a mentes ilusas, o bien, con poca capacidad de análisis, suponer que por el hecho de ser ciudadanos, movernos en el espacio de la representación ciudadana, nos encontramos en algo así como un limbo de inocencia y bondad; que somos ajenos a los vicios del poder político y que por ningún motivo ha de existir la necesaria rendición de cuentas claras, precisas y transparentes, con instancias capaces de poner límites o procesar las desviaciones. Deveras, la Ley no las estipula; pareciera que uno de sus principios les habla de ciudadanos igual a angelitos.

Para referirnos a lo existente, advertimos que la Ley de Participación Ciudadana establece en sus Artículos 101 y 212 que cualquier controversia es necesario resolverla en primera instancia al interior del comité ciudadano. Pero, qué pasa si el comité es opaco, nadie sabe dónde se reúne, algunos ciudadanos ni conocen quiénes son los integrantes del mismo o tampoco ha convocado a asamblea ciudadana. O bien, cuando precisamente los diferentes grupos que lo forman se hallan encontrados y opuestos en sus visiones y acciones y por eso quienes detentan la coordinación del comité (la planilla ganadora) hace todos los esfuerzos necesarios por no incluir precisamente a los integrantes que provienen de las otras planillas contrincantes. O ¿a poco ustedes creen que un comité con claros intereses de poder (versus democracia) estará dispuesto a atender, escuchar y alentar la crítica, llamado de atención o cuestionamientos que le haga un ciudadano si ésta se opone a sus pretensiones? Ni modo, nuestra cultura cívica históricamente nos ha enseñado que, o estás conmigo, o estás contra mí; fuera la disidencia, fuera la divergencia, no podemos integrar los contrarios; ni siquiera somos capaces de sobrellevar un diálogo y, con mucho, desconocemos los pasos a seguir para sacarle provecho a un debate. Otra vez se nos muestra la mano de esta mente ilusa que gestó una Ley llena de lagunas en cuanto a rendición de cuentas.

Aquí mismo se dice que las discrepancias al interior del comité serán resueltas en segunda instancia (suponiendo que ya no hubo ni manera de hablar dentro o con el comité) por el Instituto Electoral del Distrito Federal. Pero, ¿en qué momento se vuelve ésta la segunda instancia? No se nos dice, no hay manera de determinar un fallo en la tal primera instancia porque ¿cuándo se da éste? Seguimos sumergidos en un pantano de voluntarismos interesados, que por el hecho de ser ciudadanos no nos eximen de padecer los vicios de nuestra cultura democrática y falta de civismo para procesar nuevos espacios de trabajo y participación, los que, desde el punto de vista de la rendición de cuentas, son erráticos, pero eso sí, muy precisos para reproducir ancestrales dolencias que nos anclan a un atraso mayúsculo en nuestra vida política.

Antes de terminar, quiero manifestar igualmente mi asombro por lo que la Ley establece para evaluar (que no llamar a cuentas) a los comités. Se trata de levantar encuestas de opinión con la ayuda de la comisión de vigilancia y el personal que para ello disponga el Instituto Electoral del Distrito Federal, bajo un Programa Anual de Evaluación del Desempeño (¿?). Y más asombroso aún es que la asignación del Presupuesto Participativo “se basará en las evaluaciones de desempeño de los Comités que realice el Instituto Electoral”, según lo señala el Artículo 202, esto hace ver, a menos que se aclare, que se omiten los principios de equidad y legalidad en el uso de los recursos públicos.

2 comentarios:

  1. Muy buena publicación. Desde luego comparto la opinón de que los comités ciudadanos han sido mal orientados y es evidente que estos fueron creados para fines electorales ya que muchos de los líderes fueron capatados por aspirantes a candidaturas, principalmente a jefes delegacionales, que vieron en estos una buena oportunidad para atraer simpatizantes a su favor, por lo que varios de estos aspirantes patrocinaron la propaganda y capacitaron a los integreantes de las fórmulas para salir a las calles a campañear. A parte de que no solo lanzaron una fórmula, lanzarón varias para cada unidad territorial. Por otro lado los jefes delegacionales comenzaron a coquetear y conquistar a los representantes ciudadanos dandoles privilegios y otorgandoles regalitos para mantenerlos quietos, mientras que alos q repres que si querian trabajr y se portaron exigentes los hicieron a un ladito ¿cómo? no avisandoles de los días que se reunirian con el delegado. En cuanto a que los ciudadanos no tenemos los vicios políticos, comparto su postura ya que muchos de los que participaron lo hicieron por obtener poder y privilegios, lo digo por experiencia. Saludos.

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  2. Dónde puedo encontrar infomación sobre los comités ciudadanos en Tlalpan y quienes los integran?

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