martes, 29 de marzo de 2011

Crónica de dos días

Domingo 27 de marzo de 2011.
Eran las 9 de la mañana cuando los dos responsables de la mesa receptora de opinión (MRO) empezaron a sacar de las bolsas de plástico los materiales que habrían de servir para realizar la consulta ciudadana. Crayón negro, actas varias, papeletas, carteles; formatos para llenar, listas por cubrir; urna, folletos e instructivos.

Junto a ellos se encontraba el representante del IEDF contratado en exclusiva para este ejercicio. “Somos 34 eventuales solamente en este distrito”, me comentó. Llevaba consigo la Convocatoria a la Consulta Ciudadana para aplicar el Presupuesto Participativo, emitida apenas el viernes 18 anterior.

Desde temprano, la Delegación había traído una mesa redonda con parasol y dos sillas. Alrededor se encontraban sólo dos vecinos.

Junto con los responsables, la coordinadora interna del comité revisó que todos los documentos estuvieran en regla, tal como les habían instruido en la sesión informativa a la que habían asistido en la junta distrital del instituto electoral cinco días antes. Hasta el momento, todos ellos evadían las preguntas sobre qué proyectos se someterían a consulta y sobre qué vecinos habían hecho alguna propuesta. “No es momento, no debemos todavía hablar”, contestaban. Sólo la presión por el avance del tiempo hizo que dieran inicio al foro informativo marcado para las nueve de la mañana.

Pero, sorpresa, no había nada que informar, solamente escribieron en el formato correspondiente que se mostraría a los vecinos, unos supuestos proyectos que no fueron tales, sino la anotación de cinco de los rubros específicos enlistados en el apartado ocho de la convocatoria. Tal cual. O sea, ¿que los ciudadanos no opinarían sobre ningún proyecto, sino sólo por intenciones? En ningún lado se encontraba información sobre costos aproximados, justificación, ubicación o aplicación precisa. Ni un documento, nada que contuviera o mostrara algún tema o expresión de un proyecto, digamos. Ningún detalle.

-¿Quién los propuso?, preguntamos.

-Ciudadanos, nos respondieron.

-Pero ¿quiénes?

-Unos ciudadanos, no les podemos decir.

-¿Cómo?

-Pues es que no sabemos, no nos lo dijeron.

Nada que decir, nada que exponer, nada que leer para orientar la opinión esperada de los ciudadanos. Meros enunciados, una copia fiel de los Rubros Específicos para la Aplicación del Presupuesto Participativo señalados en el Decreto del día 16 de marzo de 2011 en el que se Adiciona el Artículo Décimo Tercero de la Ley de Participación Ciudadana, y que luego fueron trasladados a la Convocatoria al proceso de Consulta. Y luego trasladados sin más al cartel guía en el que los anotaban dispuesto sobre la mesa redonda que había mandado la Delegación.

Lo siguiente que ocupó la atención de los presentes fue dónde colocar el cartel con los números de las propuestas-enunciados. Números del uno al cinco precedían los rubros: rehabilitación o mantenimiento de un espacio público; rehabilitación de áreas verdes o camellones; paquete de juegos infantiles; construcción de rejas perimetrales para delimitar espacios; luminarias.

-¿De qué espacios públicos se trata?

-¿Es rehabilitación o mantenimiento?

-¿A qué áreas verdes se refieren?

-¿Dónde se van a colocar los juegos infantiles, dónde se necesitan las luminarias?

Pregunta tras pregunta que se quedaron sin respuesta. Se repetía la misma frase:

-Es que así lo propusieron los ciudadanos.

-¿Cuáles?, preguntamos otra vez.

-No sé, no me lo dijeron, contestó la coordinadora del comité.

Hasta ahí su responsabilidad. Abandonó el lugar, al que sólo regresaría poco antes de realizar el conteo.

Por más vueltas que le daba, no me alcanzaba el entendimiento: hay propuestas pero ningún miembro del comité es capaz de decir quién las entregó, en dónde se van a aplicar. Ni manera, no saben ni dicen nada. O no pueden, porque no hay información alguna, sólo el cumplimiento de los requisitos. Llenar el cartel guía con formato previo, pegarlo en donde se pueda para que los asistentes lo lean y esperar a los votantes.

¿Cuáles?

Apenas eran las 9: 30. Nada más que decir, nada más que informar.

Cinco personas bajo el parasol que la Delegación había proporcionado como apoyo operativo.

El representante del IEDF no quitaba la vista de los presentes y revisaba a cada minuto o bien el manual o bien la convocatoria. Faltaba más de una hora para abrir la urna y recibir las opiniones como lo decía la convocatoria y los procedimientos del manual: entre las 9:00 y las 11:00 horas se realizarán foros informativos para informar a los ciudadanos y a la comunidad en general de las colonias sobre los proyectos elegidos por el comité; el coordinador interno del comité informará sobre cada uno de los proyectos seleccionados, así como sus características.

De 9 a 10 se expondrían los cinco proyectos, tomando 10 minutos para cada uno, después se daría un tiempo de 20 minutos para que los presentes pudieran plantear preguntas y comentarios a los integrantes del comité o a los ciudadanos que hayan registrado los referidos proyectos.

Durante la hora y media restante, desde las nueve y media hasta las once, se presentaron no más de cinco vecinos dispuestos a escuchar la explicación que no obtendrían.

Los responsables de la mesa sólo contestaban que la información por saber estaba en el cartel, ningún dato más podían decir. Después de eso se quedaban sin palabras.

Y a las 11 en punto ocurrió el milagro. Sin saber de dónde, empezaron a aparecer como por arte de magia familias enteras. Grupos numerosos de vecinos que llegaban juntos. Mamás con hijos de la mano o en brazos, todas en conjunto.

-No hay pierde, se escuchó decir entre ellos, sólo tenemos que tachar el número uno.

Disciplinados y en fila pasaron sus credenciales al responsable de anotarlos en la lista. Ninguno hizo preguntas sobre los tales proyectos, dónde, cómo, de qué manera, a quién beneficia.

Sorprendente disciplina.

La fila creció por los que llegaban algunos minutos después, quienes sin hacer pregunta alguna enseñaban su credencial, tomaban la papeleta y después de marcarla la depositaban en la urna y se retiraban.

Así se mantuvo durante unos cincuenta minutos aproximadamente. Luego la afluencia descendió y terminaron por desaparecer todos los grupos. Se volvió al silencio.

A lo largo de las siguientes horas, sólo de manera ocasional se presentó uno que otro vecino para repetir, esos sí, preguntas que quedaban nuevamente sin respuesta.

-Ahí están los proyectos, por alguno de esos hay que emitir opinión, decían los responsables de la mesa receptora, integrantes los dos del comité ciudadano electo el 24 de octubre del año pasado.

Ambos comieron de la caja de almuerzo que les acercaron como “apoyos operativos”, en la mesa redonda que mandó la Delegación.

El representante del IEDF ya había puesto cara de aburrimiento.

De repente se dio el comentario: ya son las tres, hay que cerrar.

En esas estaban cuando se presentaron nuevamente dos grupos pequeños. Los responsables se miraron entre sí. Después del saludo de quienes llegaban, detuvieron su quehacer, sacaron el talón de papeletas y recibieron las credenciales. Todo otra vez, anotar los nombres, entregar papeletas, colocarlas en la urna, devolver credenciales. De forma cómoda, porque estos grupos pertenecían al segmento que no necesitaba hacer preguntas para emitir su opinión.

Las tres con diez minutos. Se cierra la mesa receptora de votación, así lo establecen los procedimientos.

Lunes 28 de marzo de 2011.
Los periódicos del día de hoy anuncian: La consulta ciudadana fue un fracaso, No se presentó ni el uno por ciento del padrón, Votaciones que no superaron los 50 asistentes, Mesas receptoras que no se pudieron instalar.

El caso de esta colonia que narro no entra en las noticias del día de hoy. Acá se obtuvieron 130 opiniones, la mayoría arrolladora la ganó el enunciado número uno.

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