viernes, 25 de marzo de 2011

Va de nuez

Bastó una declaración para aventar por la borda el proceso de Consulta Ciudadana que habría de realizarse, según lo dispuesto por ley, el pasado 27 de febrero. Ni la Asamblea Legislativa, ni el Ejecutivo - Jefe de Gobierno y Delegados- ni el Instituto Electoral del Distrito Federal aclararon mayor cosa a la ciudadanía sobre la suspensión de dicha Consulta. “No hay condiciones”, tán tán, va de nuez.

Así que con improvisados y apresurados Decretos se dio nuevamente cauce al proceso: al fin que la Asamblea responde y el IEDF acata, faltaba más.

Con apuros para no sobrepasar los términos perentorios de la aplicación y ejecución de los presupuestos, finalmente este fin de semana tendremos ahora sí la instalación de aproximadamente mil 815 Mesas Receptoras de Votación (MRV), una en cada colonia o pueblo originario que cuente con órgano de representación ciudadana.

Pero quiero decirles que, preguntemos donde preguntemos, es minúsculo el número de ciudadanos que saben a qué han de acudir en esta ocasión a las urnas. La convocatoria, lo mismo que el Decreto de modificaciones al Artículo décimo cuarto transitorio de la Ley de Participación Ciudadana del Distrito Federal se emitió apenas el pasado 16 de marzo, a sólo siete días hábiles de realizarse la consulta, e incluye nuevos procedimientos y términos que no estuvieron contemplados en la anterior convocatoria del 21 de enero de 2011. Esa que por omisiones voluntarias de todos los involucrados se archivó en el cajón de la ignominia. Que al cabo y qué, no pasa nada.

Pero sí pasa. Al menos para los ciudadanos que pretendemos estar participando de una porción de democracia. Nosotros si somos serios, señores, porque queremos creer y queremos ser respetados.

Hasta este momento, muchas dudas y lagunas se nos aparecen. No se trata solamente del desconocimiento que tenemos, aún siendo parte de los Comités Ciudadanos, para poder elaborar un proyecto y saber si éste se puede realizar con el monto asignado de antemano por la Asamblea en el rubro, sino del poco tiempo que se nos ha dado para obtener información. A marchas forzadas el Instituto Electoral local llevó a cabo esta semana reuniones informativas y ha recibido las propuestas sobre los dos representantes vecinales que estarán encargados de las mesas de votación. Este jueves 24 cerró el plazo concedido para que los ciudadanos presentaran sus proyectos en las Juntas Distritales en caso de no poder hacerlo directamente a los Comités.

Se contó con sólo ocho días naturales para hacer un trabajo que en la administración pública los especialistas requieren de varias semanas o hasta meses.

Asistí a una reunión en la Junta Distrital que me corresponde y pude advertir el total desencuentro que está significando tanta improvisación y la forma tan a la ligera en que la Asamblea ha venido resolviendo las demoras y cancelaciones.

Es severo el descontento de los ciudadanos que están dando su tiempo y esfuerzo para representar a su colonia o pueblo. Se sienten utilizados y menospreciados. Y es que la verdad, los procedimientos ofenden la inteligencia. ¿Cómo podemos saber, con total certeza y sobre todo, con la seriedad del caso, si la necesidad que manifiesta la comunidad puede resolverse con un proyecto cuyos costos deben ajustarse al monto de presupuesto asignado? Por principio, habremos de investigar en los catálogos de precios, costos unitarios, etc.

Y sobre la convocatoria, ¿es posible avisar con suficiente tiempo a nuestros vecinos, ponerlos en antecedentes, explicarles de qué se trata esta vez? ¿Acaso creen que con un spot de radio o tele la gente se va a interesar? Hablamos de una tarea detallada que requiere tomarnos períodos ente nuestras ocupaciones cotidianas, y al que se necesita aplicarle dedicación para realizarlo de cara a nuestras comunidades. Lo contrario resulta una simulación, migajas para afirmar que vivimos en la ciudad de vanguardia que aún estamos lejos de ser.

¿A qué le temerán los legisladores y las autoridades? O es que es tanta la codicia porque este recurso signifique algo en el cochinito, o se pelea para el manejo de clientelas. O es que de plano aún no tienen idea de por dónde operar la dichosa participación ciudadana sin que mermen sus prerrogativas o tiemblen sus posibilidades futuras.

Eso de empoderar al ciudadano sigue siendo pura retórica, que se la crea el más ingenuo. La participación ciudadana tiene más que ver con la expresión de opiniones, con la asunción de un diálogo permanente, con una auténtica comunicación de ida y vuelta entre autoridades y ciudadanos para atender objetivos comunes marcados por los principios y las leyes, más que con las votaciones de mayorías que se vislumbran siempre como primera y única opción para la toma de decisiones, solventándolas con abundantes requisitos burocráticos con el fin de garantizar su certeza, equidad y legitimidad.

O a poco no hubiese sido más barato y expedito determinar el destino de los recursos mediante una sencilla votación directa basada en la confianza y solidaridad que deberían darse entre vecinos que comparten problemáticas. Y en un genuino entendimiento de autoridades que saben escuchar y se guían por el principio fundamental de representar los intereses comunes.

En lugar de estar conformando la plataforma del diálogo que debe reinar como función de la participación ciudadana, habremos este domingo de acudir a urnas casi vacías, con un gasto oneroso en papeletas inutilizadas. Eso por no citar los enfrentamientos entre posturas encontradas que el tiempo, y las lagunas presentes por la poca seriedad demostrada por las autoridades y los asambleístas, no han podido solventar al interior de las comunidades, donde hasta el momento la participación ciudadana se instala más por el camino de la confrontación antes que el de la cooperación.

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